La lengua que conocemos como español o también
castellano (denominación empleada dentro de España), es una lengua romance o latina que se gestó y
se formó paulatinamente en una región de la península Ibérica entre el S. VI
d.C. y el S.IX-X d. C., aproximadamente entre el año 500 y el año 800 ó 900 d.
C., como todas las lenguas romances, sin que existiera antes, apareciendo sus
primeros testimonios escritos en glosas junto a escritos en puro latín, hacia
finales del S. X o inicios del S. XI d. C. Es por tanto de entrada una
barbaridad decir que lenguas que parcialmente pudieron hablarse en diversos
puntos de la península en épocas muy anteriores y que hacía muchos siglos que
estaban perdidas y muertas, o bien sus hablantes, influyeron directamente en el
español, cuando el español no existía y tardaría muchos siglos en aparecer.
Las lenguas
romances o latinas son un grupo de lenguas generadas por deformación y
evolución directa del latín, es decir, son todas ellas latín modificado,
de las cuales las principales vivas son italiano, rumano, retorromance, sardo,
francés, occitano en todas sus variantes, castellano o español, catalán,
gallego y portugués (además de muchas otras lenguas minoritarias o dialectos de
lenguas romances perdidas). Las lenguas
romances o latinas son un subgrupo de lenguas indoeuropeas, es decir
todas ellas son a su vez indoeuropeas. Esto es así porque son latín modificado
y el latín es una lengua indoeuropea del subgrupo itálico, lo que quiere decir
que el grueso de su léxico y las estructuras de la lengua son indoeuropeas. De
hecho la casi totalidad de las lenguas generadas en Europa son indoeuropeas,
desarrolladas por pueblos que en época prehistórica, anterior a todo documento
escrito, fueron asentándose en todos los territorios indoeuropeos y haciendo
nacer lenguas a partir de un remoto tronco lingüístico común que llamamos
indoeuropeo.
Para entender por qué esto es así, hay que entender
muy bien lo que es una lengua. Una lengua, no es como pueda creer gente que
carece de formación lingüística, sobre todo un conjunto inmenso de palabras.
Las palabras, o más bien las raíces de una lengua, son sólo una parte de ella,
una parte entre otras muchas sobre la que se forma el inmenso edificio de la
lengua. Porque una lengua es a modo de un edificio de una gran complejidad, en
que lo que la define y más cuenta son sus estructuras y las interrelaciones
entre ellas. Las estructuras de una lengua son infinitas e incluyen miles de
factores: cómo se forman sus plurales, si sufija o no sufija y cuales son sus
mecanismos de sufijación, cómo son las estructuras verbales y de conjugación,
los procedimientos conectivos y subordinantes, qué funciones se registran en su
sintaxis, cómo es la generación adverbial...etc., etc. (no acabaríamos nunca de
nombrar cuestiones). Y todo esto, junto al léxico, es lo que define básicamente
a una lengua para ser lo que es, como su estructura arquitectónica es lo que
define lo que es una catedral gótica. Para que se entienda, nosotros podríamos
sustituir piedras desgastadas de la catedral gótica de Notre Dame de Paris, y
meter piedras que hubiéramos traído de China: de todos modos labraríamos esas
piedras con la forma adecuada para ser insertadas en un punto de la catedral,
adquirirían nueva forma funcional, y por muchas que metiéramos, nadie jamás
podría decir que Notre Dame de París es la mezcla de una catedral gótica y una
pagoda china. Seguiría siendo una catedral gótica y no otra cosa.
Del mismo modo toda lengua es lo que es según su
estructura que se debe a su génesis, y no es nunca "la mezcla de otras
lenguas", aunque todas las lenguas conocidas adquieren
"ladrillos" o "algunas piedras" para su edificio,
procedentes de otras lenguas con las que a lo largo de su historia han estado
en contacto cultural, geográfico o político. Estos “ladrillos” (palabras o
raíces que llamamos préstamos) adquieren nueva forma y nuevos rasgos
funcionales dentro del edificio de la lengua. Es por eso que a pesar de que las
palabras del inglés (del inglés total, hablado y literario, no del limitado
inglés hablado cotidianamente en la calle) son mayoritariamente de origen
latino por adquisición (hacia un 70%), el inglés no es una lengua romance o
latina, sino del grupo indoeuropeo anglogermánico, o germánico occidental,
porque germánicas son todas las estructuras que rigen el edificio de la lengua.
En las lenguas romances, como por ejemplo el
español, todo el edificio estructural de la lengua procede del latín y es por
eso que para sus lingüistas es imprescindible estudiar latín, porque sólo
haciéndolo van a entender hasta el fondo la estructura de cualquier lengua
romance (no sólo el español, cualquiera de ellas).
Con estas apreciaciones, y dado que el español es
latín modificado, remotamente la historia del español se puede llevar como
mucho al momento en que penetra en Hispania la lengua madre del español, o sea,
cuando los romanos, procedentes de Italia como todos sabemos, penetran en
Hispania como parte de una ofensiva contra los cartagineses, lo que sucede a
finales del S. III a.C. En ese momento en Hispania se hablaban muy diversas
lenguas por los diversos pueblos que la habitaban, como el ibérico (lengua no
indoeuropea hablada en toda la orla costera mediterránea), el celtibérico en la
meseta central que era un mosaico de dialectos (variante peninsular del celta,
lengua indoeuropea que entonces se hablaba también en todo lo que es la actual
Francia y Bélgica, en Irlanda y en Inglaterra), el cántabro y el astur (lenguas
de cuya naturaleza apenas sabemos nada), el vasco (otra lengua no indoeuropea,
muy minoritaria, hablada en las montañas de Vasconia en el nordeste del litoral
cantábrico, y cuya zona mayor de habla no pertenecía a Hispania, sino se
situaba más bien en el sudoeste de la actual Francia).
Los romanos incorporaron en breve Hispania a sus
territorios y se produjo entonces en estas tierras (como en otras del Imperio
Romano) el fenómeno de aculturación más potente que se conoce en toda la
antigüedad y que llamamos romanización. Consistió este en la traída de una
tecnología, formas de vida, organizaciones políticas, estructuras del
poblamiento y urbanas, instituciones sociales, escuelas, etc. infinitamente más
desarrolladas y avanzadas que las de las poblaciones locales, que poco a poco
no sólo abandonaron sus formas de vida en un rápido proceso para sumarse a las
nuevas, sino también olvidaron todas sus lenguas en un periodo comprendido
entre el S. III a.C. y el S.I d.C. De este modo desde el S. I d.C., ya habían
desaparecido todas las lenguas prerromanas de la península Ibérica, excepto una
pequeña comunidad de hablantes del vasco o euskera refugiados en los montes de
Vasconia que siguieron con sus formas de vida, montes y bosques donde nunca
penetraron romanos ni gente romanizada, pues la zona carecía de todo interés
económico para ellos. Puede decirse que salvo ellos, todos los hablantes de
Hispania hablaban latín, normalmente a nivel popular, lo que se llama latín vulgar,
al igual que se hacía en toda la mitad occidental del Imperio Romano (los
actuales países del Mediterráneo central y occidental).
Así las cosas, los hablantes de Hispania siguieron
hablando latín durante varios siglos, pero a fines del S. V d.C. en medio de
una tremenda crisis política, se derrumba el Imperio Romano Occidental y con su
estructura política desaparecen las instituciones, ejército, administración,
red de escuelas públicas, comercio lejano, etc. Sus territorios quedan sumidos
en un aislamiento muy considerable en que empieza a surgir un mosaico de reinos
regidos por élites bárbaras (en su mayoría de origen germánico). Es entonces
cuando en todos estos territorios las diversas masas de población campesina
aisladas y sin la normalización que proporcionan escuelas, servicios
municipales y del ejército, comercio continuo, influencia del latín culto,
etc., van a empezar a intensificar fuertemente una deformación según tendencias
locales del latín vulgar, generando, en un proceso de tres o cuatro siglos, las
llamadas lenguas romances (del latín romanice, es decir, habla "a la
manera romana"). El español, que entonces sí que sólo podría llamarse
"romance castellano", se generó en una región muy concreta
comprendida entre el sur de Cantabria, norte de Burgos y parte de la Rioja (lo
que sería después el primitivo condado de Castilla que dio lugar al reino de
Castilla) y fue expandiéndose por la península en la Edad Media sobre todo
hacia el sur al ritmo de la Reconquista de territorios a los musulmanes que
habían invadido buena parte de Hispania desde inicios del S. VIII. La larga
historia posterior de esta lengua, conocida internacionalmente como español de
manera general al menos desde el S. XIV, es bastante sabida, así como su
exportación a América y su enorme número de hablantes. Por la génesis y la vida
de esta lengua, en lo que se refiere a su léxico tenemos la siguiente
situación:
- La lengua se formó a partir del latín y su léxico, luego, aparte de
todas las estructuras lingüísticas, las palabras patrimoniales son
básicamente latinas. Por el hecho de ser latinas son a la vez
indoeuropeas, pues las raíces latinas en su conjunto tienen un origen
indoeuropeo. Pero en ese léxico latino vulgar, por ser el latín una lengua
viva que también tenía su contacto con otras lenguas, había ya algunos
préstamos de otras lenguas que conservamos, como:
- Palabras de origen griego que constituyen el principal grupo de
préstamos en el latín. El griego, lengua que alcanzó su esplendor
cultural varios siglos antes que el latín, siempre fue una lengua de
contacto (de adstrato) para el latín, dada su pujanza y grado de uso en
la zona oriental del Mediterráneo. Y así incluso en el Imperio romano, en
la zona Oriental se hablaba corrientemente griego. Esto hacía que además
todos los romanos con estudios superiores estudiaran también griego, y
aunque en Hispania no se habló jamás griego al menos por parte de la
gente corriente y modesta, una serie de palabras griegas habían pasado a
formar parte del latín, y así desde el origen, tenemos toda una serie de
palabras del vocabulario corriente que son remotamente de origen griego,
como por ejemplo pena,
bodega,
perejil,
ampolla
o teatro.
- Unas pocas palabras de origen celta, como por ejemplo canto (con
el sentido de borde) o salmón, lengua hablada en toda la Galia y en su
variante celtibérica en buena parte de Hispania cuando los romanos
llegaron. Del celtíbero parece proceder por ejemplo la palabra perro.
- Algunas palabras de origen germánico introducidas en el latín
vulgar, no sólo porque los germanos eran los vecinos del norte, sino
porque de hecho penetraron en el Imperio Romano. Además, por ejemplo en
Hispania, a la caída del Imperio Romano se formó un reino visigodo,
regido por unas élites guerreras visigodas que, aunque hablaban latín,
tenían una lengua germánica como lengua materna. Así por una vía o por
otra, llegaron al latín vulgar tardío palabras germánicas, como por
ejemplo guerra,
guardar, esclavo
o rico.
- Algunas escasísimas palabras de las que se sospecha un origen
peninsular prerromano, procedentes de las lenguas hispanas extintas, pero
que pudieron quedar en el fondo léxico de los hablantes hispanos del
latín, como la palabra balsa o algunos topónimos, así como alguna
escasísima palabra de origen vasco, lengua vecina de la comunidad que
gestó el castellano, como por ejemplo izquierda o cencerro.
- Por último en el latín también había raros términos de distintas
lenguas orientales, como por ejemplo la palabra tiro y el verbo tirar,
que parecen proceder del persa.
- Una vez formado ese castellano que sería después llamado español,
empezó a adquirir nuevos aportes léxicos debidos en parte a sus avatares
históricos, de los cuales importa destacar:
- Principalmente un nuevo y gigantesco aporte
de palabras del latín sin alteraciones, y este aporte constituye el grupo
mayoritario del léxico del español: son los conocidos cultismos latinos
que invaden toda el habla, pues hasta palabras tan corrientes como
nocturno y amor son cultismos. Este proceso se debe sencillamente a un
hecho: el castellano gestado, como todas las lenguas romances, era en
principio una lengua de campesinos analfabetos y gentes muy modestas con
un vocabulario limitado referido a las cosas concretas de la vida. Las
élites cultas de la sociedad seguían hablando y escribiendo latín, y sólo
en esta lengua podían comunicarse entre ellos y expresar sin problemas
toda la riqueza posible de ideas. En cuanto el castellano o español tuvo
que ser utilizado para legislar, para escribir para el pueblo, etc. de la
mano de formas estatales más complejas, desde los estratos cultos de la
sociedad se produjo un traslado directo de infinitos términos del latín
que la lengua romance había olvidado. Fue muy sencillo, pues fue insertar
de nuevo latín dentro del latín. Este proceso de culturización y
ampliación léxica se produjo en todas las lenguas romances (francés,
italiano, ...etc.) y hasta en algunas no romances como el inglés, en que
lo hicieron copiando del francés. En el caso del español este proceso
tuvo su mayor intensidad en el S. XII y se prolongó con fuerza hasta el
XV, aunque más levemente nunca cesó y continúa hasta la actualidad con la
configuración de nuevos términos a partir de raíces latinas (piénsese en
vocablos como ferrocarril, frigorífico, avión o astronave).
- Un importante grupo de arabismos. Los
musulmanes y con ellos la lengua árabe penetraron a principios del S.
VIII en la península y acabaron con el debilitado estado visigodo, una
parte de cuyas últimas élites huyó al norte de España. Los musulmanes que
pasaron no fueron tantos: unas escasas élites de origen árabe y un
contingente de tropas de origen bereber norteafricano, pero impusieron su
poder político en parte del territorio y allá donde lo hicieron buena
parte de la población hispanorromana se arabizó en lo religioso y
cultural y poco a poco también en lo lingüístico. Los musulmanes
estuvieron presentes en la península (sobre todo en el Sur) hasta fines
del S. XV, ocupando más o menos territorios según las épocas, ya que la
Reconquista de los estados cristianos del norte los fue reduciendo
territorialmente a lo largo de la Edad Media y al final sólo tenían un
reino en Granada. En los territorios ocupados por los árabes en principio
también se hablaban lenguas romances (se conocen como mozárabes, por la presencia
de vocablos árabes en ellas), pero se fueron perdiendo ante la presión
del árabe. Cuando las élites árabes fueron definitivamente expulsadas,
los procesos de repoblación y otras medidas erradicaron el árabe. Sin
embargo quedó un importante grupo de vocablos de origen árabe en el
español, como algarabía, alcalde, acequia, etc.
- Un importante bloque de palabras de origen
griego, algunas trasladadas del griego clásico, pero en su mayoría
neologismos de nueva acuñación para las diversas ciencias. En efecto,
desde fines del S. XV, en parte por el traslado de muchos eruditos y
textos de Constantinopla tomada por los turcos, y en buena medida por el
fenómeno cultural llamado Renacimiento y Humanismo, que supone una
intensa recuperación cultural del mundo clásico griego y romano, no sólo
intensifica la recuperación de más términos latinos, sino que inaugura un
despegue de la ciencia que es creciente y un recurso cada vez más intenso
que se prolonga hasta nuestros días a las raíces griegas para la creación
de innumerables términos, sobre todo científicos, como telescopio, bacteria,
hematuria, cardiología y todos los que podamos evocar. Este fenómeno no
es exclusivo del español, sino que se da en general en las lenguas
europeas y occidentales.
- Toda una serie de palabras procedentes de
lenguas americanas (mapuche, maya, quechua...etc.). En efecto, desde la
llegada de Colón a América a fines del S. XV y la incorporación de muchos
de sus territorios a la Corona de Castilla, el español será exportado a
América y constituirá lengua usual y oficial de la mayoría de países
latinoamericanos. Allí entra en contacto con nuevos productos que
denominar y en general con muchas lenguas previas, de las que tomará toda
una serie de vocablos, como por ejemplo tomate, maíz, cacique, etc.
- Algunas palabras procedentes de lenguas de la
península ibérica, como el catalán, gallego o portugués. En general son
palabras que se insertan muy bien en la lengua, pues suelen ser palabras
latinas, sólo que evolucionadas en otra comunidad romance.
- Algunos italianismos, introducidos sobre todo
desde el Renacimiento y relacionados sobre todo con el campo de las artes
y la literatura, como por ejemplo, novela, piano o esdrújula.
- Una serie de galicismos o palabras del
francés, lengua que tiene una preeminencia política y cultural grande en
los siglos XVIII y XIX y que hasta bien entrado el S. XX fue considerada
la lengua internacional de la diplomacia, que son palabras como por
ejemplo jefe, garaje, chófer o mermelada. Del francés y el italiano cabe
decir lo mismo que de las lenguas peninsulares: sus préstamos son
mayoritariamente de origen latino, sólo que evolucionados en otra
comunidad romance, por lo que en general se adaptan fácilmente a la
lengua.
- Una serie de anglicismos o palabras
procedentes del inglés, lengua cuya preeminencia internacional se da hoy
en día con mucha fuerza. Estos préstamos, si realmente son de palabras de
raíz anglogermánica, son de más difícil adaptación y siempre hay dudas en
su variación morfológica hasta lograr una adaptación completa. Son
palabras como fútbol, cóctel, esnob, etc. Pero a veces el inglés lo que
nos reenvía son puros cultismos latinos en nada ajenos, que esa lengua
había adquirido del latín a través de otras lenguas romances, como video
o informática.
- Por último también el español, lengua viva y
en contacto general con el mundo, como todas las lenguas, puede tener
esporádicamente algunas palabras aisladas tomada en distintos momentos de
su historia pasada o presente de muy diversas lenguas, como africanas o
asiáticas.
Es importante señalar que desde el Renacimiento el
español se regula, se fijan sus normas y su gramática (es notoria la Gramática
de Antonio Nebrija, compuesta en 1492, por ser autor pionero en esta labor) y
que a principios del S. XVIII se crea la Real Academia Española, organismo
fundamental hasta hoy en la ardua labor de recoger las voces, regular los usos
y velar por la corrección de la lengua
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