domingo, 29 de abril de 2012

Breve historia del español o castellano


La lengua que conocemos como español o también castellano (denominación empleada dentro de España), es una lengua romance o latina que se gestó y se formó paulatinamente en una región de la península Ibérica entre el S. VI d.C. y el S.IX-X d. C., aproximadamente entre el año 500 y el año 800 ó 900 d. C., como todas las lenguas romances, sin que existiera antes, apareciendo sus primeros testimonios escritos en glosas junto a escritos en puro latín, hacia finales del S. X o inicios del S. XI d. C. Es por tanto de entrada una barbaridad decir que lenguas que parcialmente pudieron hablarse en diversos puntos de la península en épocas muy anteriores y que hacía muchos siglos que estaban perdidas y muertas, o bien sus hablantes, influyeron directamente en el español, cuando el español no existía y tardaría muchos siglos en aparecer.

Las lenguas romances o latinas son un grupo de lenguas generadas por deformación y evolución directa del latín, es decir, son todas ellas latín modificado, de las cuales las principales vivas son italiano, rumano, retorromance, sardo, francés, occitano en todas sus variantes, castellano o español, catalán, gallego y portugués (además de muchas otras lenguas minoritarias o dialectos de lenguas romances perdidas). Las lenguas romances o latinas son un subgrupo de lenguas indoeuropeas, es decir todas ellas son a su vez indoeuropeas. Esto es así porque son latín modificado y el latín es una lengua indoeuropea del subgrupo itálico, lo que quiere decir que el grueso de su léxico y las estructuras de la lengua son indoeuropeas. De hecho la casi totalidad de las lenguas generadas en Europa son indoeuropeas, desarrolladas por pueblos que en época prehistórica, anterior a todo documento escrito, fueron asentándose en todos los territorios indoeuropeos y haciendo nacer lenguas a partir de un remoto tronco lingüístico común que llamamos indoeuropeo.
Para entender por qué esto es así, hay que entender muy bien lo que es una lengua. Una lengua, no es como pueda creer gente que carece de formación lingüística, sobre todo un conjunto inmenso de palabras. Las palabras, o más bien las raíces de una lengua, son sólo una parte de ella, una parte entre otras muchas sobre la que se forma el inmenso edificio de la lengua. Porque una lengua es a modo de un edificio de una gran complejidad, en que lo que la define y más cuenta son sus estructuras y las interrelaciones entre ellas. Las estructuras de una lengua son infinitas e incluyen miles de factores: cómo se forman sus plurales, si sufija o no sufija y cuales son sus mecanismos de sufijación, cómo son las estructuras verbales y de conjugación, los procedimientos conectivos y subordinantes, qué funciones se registran en su sintaxis, cómo es la generación adverbial...etc., etc. (no acabaríamos nunca de nombrar cuestiones). Y todo esto, junto al léxico, es lo que define básicamente a una lengua para ser lo que es, como su estructura arquitectónica es lo que define lo que es una catedral gótica. Para que se entienda, nosotros podríamos sustituir piedras desgastadas de la catedral gótica de Notre Dame de Paris, y meter piedras que hubiéramos traído de China: de todos modos labraríamos esas piedras con la forma adecuada para ser insertadas en un punto de la catedral, adquirirían nueva forma funcional, y por muchas que metiéramos, nadie jamás podría decir que Notre Dame de París es la mezcla de una catedral gótica y una pagoda china. Seguiría siendo una catedral gótica y no otra cosa.
Del mismo modo toda lengua es lo que es según su estructura que se debe a su génesis, y no es nunca "la mezcla de otras lenguas", aunque todas las lenguas conocidas adquieren "ladrillos" o "algunas piedras" para su edificio, procedentes de otras lenguas con las que a lo largo de su historia han estado en contacto cultural, geográfico o político. Estos “ladrillos” (palabras o raíces que llamamos préstamos) adquieren nueva forma y nuevos rasgos funcionales dentro del edificio de la lengua. Es por eso que a pesar de que las palabras del inglés (del inglés total, hablado y literario, no del limitado inglés hablado cotidianamente en la calle) son mayoritariamente de origen latino por adquisición (hacia un 70%), el inglés no es una lengua romance o latina, sino del grupo indoeuropeo anglogermánico, o germánico occidental, porque germánicas son todas las estructuras que rigen el edificio de la lengua.
En las lenguas romances, como por ejemplo el español, todo el edificio estructural de la lengua procede del latín y es por eso que para sus lingüistas es imprescindible estudiar latín, porque sólo haciéndolo van a entender hasta el fondo la estructura de cualquier lengua romance (no sólo el español, cualquiera de ellas).
Con estas apreciaciones, y dado que el español es latín modificado, remotamente la historia del español se puede llevar como mucho al momento en que penetra en Hispania la lengua madre del español, o sea, cuando los romanos, procedentes de Italia como todos sabemos, penetran en Hispania como parte de una ofensiva contra los cartagineses, lo que sucede a finales del S. III a.C. En ese momento en Hispania se hablaban muy diversas lenguas por los diversos pueblos que la habitaban, como el ibérico (lengua no indoeuropea hablada en toda la orla costera mediterránea), el celtibérico en la meseta central que era un mosaico de dialectos (variante peninsular del celta, lengua indoeuropea que entonces se hablaba también en todo lo que es la actual Francia y Bélgica, en Irlanda y en Inglaterra), el cántabro y el astur (lenguas de cuya naturaleza apenas sabemos nada), el vasco (otra lengua no indoeuropea, muy minoritaria, hablada en las montañas de Vasconia en el nordeste del litoral cantábrico, y cuya zona mayor de habla no pertenecía a Hispania, sino se situaba más bien en el sudoeste de la actual Francia).
Los romanos incorporaron en breve Hispania a sus territorios y se produjo entonces en estas tierras (como en otras del Imperio Romano) el fenómeno de aculturación más potente que se conoce en toda la antigüedad y que llamamos romanización. Consistió este en la traída de una tecnología, formas de vida, organizaciones políticas, estructuras del poblamiento y urbanas, instituciones sociales, escuelas, etc. infinitamente más desarrolladas y avanzadas que las de las poblaciones locales, que poco a poco no sólo abandonaron sus formas de vida en un rápido proceso para sumarse a las nuevas, sino también olvidaron todas sus lenguas en un periodo comprendido entre el S. III a.C. y el S.I d.C. De este modo desde el S. I d.C., ya habían desaparecido todas las lenguas prerromanas de la península Ibérica, excepto una pequeña comunidad de hablantes del vasco o euskera refugiados en los montes de Vasconia que siguieron con sus formas de vida, montes y bosques donde nunca penetraron romanos ni gente romanizada, pues la zona carecía de todo interés económico para ellos. Puede decirse que salvo ellos, todos los hablantes de Hispania hablaban latín, normalmente a nivel popular, lo que se llama latín vulgar, al igual que se hacía en toda la mitad occidental del Imperio Romano (los actuales países del Mediterráneo central y occidental).
Así las cosas, los hablantes de Hispania siguieron hablando latín durante varios siglos, pero a fines del S. V d.C. en medio de una tremenda crisis política, se derrumba el Imperio Romano Occidental y con su estructura política desaparecen las instituciones, ejército, administración, red de escuelas públicas, comercio lejano, etc. Sus territorios quedan sumidos en un aislamiento muy considerable en que empieza a surgir un mosaico de reinos regidos por élites bárbaras (en su mayoría de origen germánico). Es entonces cuando en todos estos territorios las diversas masas de población campesina aisladas y sin la normalización que proporcionan escuelas, servicios municipales y del ejército, comercio continuo, influencia del latín culto, etc., van a empezar a intensificar fuertemente una deformación según tendencias locales del latín vulgar, generando, en un proceso de tres o cuatro siglos, las llamadas lenguas romances (del latín romanice, es decir, habla "a la manera romana"). El español, que entonces sí que sólo podría llamarse "romance castellano", se generó en una región muy concreta comprendida entre el sur de Cantabria, norte de Burgos y parte de la Rioja (lo que sería después el primitivo condado de Castilla que dio lugar al reino de Castilla) y fue expandiéndose por la península en la Edad Media sobre todo hacia el sur al ritmo de la Reconquista de territorios a los musulmanes que habían invadido buena parte de Hispania desde inicios del S. VIII. La larga historia posterior de esta lengua, conocida internacionalmente como español de manera general al menos desde el S. XIV, es bastante sabida, así como su exportación a América y su enorme número de hablantes. Por la génesis y la vida de esta lengua, en lo que se refiere a su léxico tenemos la siguiente situación:
  1. La lengua se formó a partir del latín y su léxico, luego, aparte de todas las estructuras lingüísticas, las palabras patrimoniales son básicamente latinas. Por el hecho de ser latinas son a la vez indoeuropeas, pues las raíces latinas en su conjunto tienen un origen indoeuropeo. Pero en ese léxico latino vulgar, por ser el latín una lengua viva que también tenía su contacto con otras lenguas, había ya algunos préstamos de otras lenguas que conservamos, como:
    • Palabras de origen griego que constituyen el principal grupo de préstamos en el latín. El griego, lengua que alcanzó su esplendor cultural varios siglos antes que el latín, siempre fue una lengua de contacto (de adstrato) para el latín, dada su pujanza y grado de uso en la zona oriental del Mediterráneo. Y así incluso en el Imperio romano, en la zona Oriental se hablaba corrientemente griego. Esto hacía que además todos los romanos con estudios superiores estudiaran también griego, y aunque en Hispania no se habló jamás griego al menos por parte de la gente corriente y modesta, una serie de palabras griegas habían pasado a formar parte del latín, y así desde el origen, tenemos toda una serie de palabras del vocabulario corriente que son remotamente de origen griego, como por ejemplo pena, bodega, perejil, ampolla o teatro.
    • Unas pocas palabras de origen celta, como por ejemplo canto (con el sentido de borde) o salmón, lengua hablada en toda la Galia y en su variante celtibérica en buena parte de Hispania cuando los romanos llegaron. Del celtíbero parece proceder por ejemplo la palabra perro.
    • Algunas palabras de origen germánico introducidas en el latín vulgar, no sólo porque los germanos eran los vecinos del norte, sino porque de hecho penetraron en el Imperio Romano. Además, por ejemplo en Hispania, a la caída del Imperio Romano se formó un reino visigodo, regido por unas élites guerreras visigodas que, aunque hablaban latín, tenían una lengua germánica como lengua materna. Así por una vía o por otra, llegaron al latín vulgar tardío palabras germánicas, como por ejemplo guerra, guardar, esclavo o rico.
    • Algunas escasísimas palabras de las que se sospecha un origen peninsular prerromano, procedentes de las lenguas hispanas extintas, pero que pudieron quedar en el fondo léxico de los hablantes hispanos del latín, como la palabra balsa o algunos topónimos, así como alguna escasísima palabra de origen vasco, lengua vecina de la comunidad que gestó el castellano, como por ejemplo izquierda o cencerro.
    • Por último en el latín también había raros términos de distintas lenguas orientales, como por ejemplo la palabra tiro y el verbo tirar, que parecen proceder del persa.
  2. Una vez formado ese castellano que sería después llamado español, empezó a adquirir nuevos aportes léxicos debidos en parte a sus avatares históricos, de los cuales importa destacar:
    1. Principalmente un nuevo y gigantesco aporte de palabras del latín sin alteraciones, y este aporte constituye el grupo mayoritario del léxico del español: son los conocidos cultismos latinos que invaden toda el habla, pues hasta palabras tan corrientes como nocturno y amor son cultismos. Este proceso se debe sencillamente a un hecho: el castellano gestado, como todas las lenguas romances, era en principio una lengua de campesinos analfabetos y gentes muy modestas con un vocabulario limitado referido a las cosas concretas de la vida. Las élites cultas de la sociedad seguían hablando y escribiendo latín, y sólo en esta lengua podían comunicarse entre ellos y expresar sin problemas toda la riqueza posible de ideas. En cuanto el castellano o español tuvo que ser utilizado para legislar, para escribir para el pueblo, etc. de la mano de formas estatales más complejas, desde los estratos cultos de la sociedad se produjo un traslado directo de infinitos términos del latín que la lengua romance había olvidado. Fue muy sencillo, pues fue insertar de nuevo latín dentro del latín. Este proceso de culturización y ampliación léxica se produjo en todas las lenguas romances (francés, italiano, ...etc.) y hasta en algunas no romances como el inglés, en que lo hicieron copiando del francés. En el caso del español este proceso tuvo su mayor intensidad en el S. XII y se prolongó con fuerza hasta el XV, aunque más levemente nunca cesó y continúa hasta la actualidad con la configuración de nuevos términos a partir de raíces latinas (piénsese en vocablos como ferrocarril, frigorífico, avión o astronave).
    2. Un importante grupo de arabismos. Los musulmanes y con ellos la lengua árabe penetraron a principios del S. VIII en la península y acabaron con el debilitado estado visigodo, una parte de cuyas últimas élites huyó al norte de España. Los musulmanes que pasaron no fueron tantos: unas escasas élites de origen árabe y un contingente de tropas de origen bereber norteafricano, pero impusieron su poder político en parte del territorio y allá donde lo hicieron buena parte de la población hispanorromana se arabizó en lo religioso y cultural y poco a poco también en lo lingüístico. Los musulmanes estuvieron presentes en la península (sobre todo en el Sur) hasta fines del S. XV, ocupando más o menos territorios según las épocas, ya que la Reconquista de los estados cristianos del norte los fue reduciendo territorialmente a lo largo de la Edad Media y al final sólo tenían un reino en Granada. En los territorios ocupados por los árabes en principio también se hablaban lenguas romances (se conocen como mozárabes, por la presencia de vocablos árabes en ellas), pero se fueron perdiendo ante la presión del árabe. Cuando las élites árabes fueron definitivamente expulsadas, los procesos de repoblación y otras medidas erradicaron el árabe. Sin embargo quedó un importante grupo de vocablos de origen árabe en el español, como algarabía, alcalde, acequia, etc.
    3. Un importante bloque de palabras de origen griego, algunas trasladadas del griego clásico, pero en su mayoría neologismos de nueva acuñación para las diversas ciencias. En efecto, desde fines del S. XV, en parte por el traslado de muchos eruditos y textos de Constantinopla tomada por los turcos, y en buena medida por el fenómeno cultural llamado Renacimiento y Humanismo, que supone una intensa recuperación cultural del mundo clásico griego y romano, no sólo intensifica la recuperación de más términos latinos, sino que inaugura un despegue de la ciencia que es creciente y un recurso cada vez más intenso que se prolonga hasta nuestros días a las raíces griegas para la creación de innumerables términos, sobre todo científicos, como telescopio, bacteria, hematuria, cardiología y todos los que podamos evocar. Este fenómeno no es exclusivo del español, sino que se da en general en las lenguas europeas y occidentales.
    4. Toda una serie de palabras procedentes de lenguas americanas (mapuche, maya, quechua...etc.). En efecto, desde la llegada de Colón a América a fines del S. XV y la incorporación de muchos de sus territorios a la Corona de Castilla, el español será exportado a América y constituirá lengua usual y oficial de la mayoría de países latinoamericanos. Allí entra en contacto con nuevos productos que denominar y en general con muchas lenguas previas, de las que tomará toda una serie de vocablos, como por ejemplo tomate, maíz, cacique, etc.
    5. Algunas palabras procedentes de lenguas de la península ibérica, como el catalán, gallego o portugués. En general son palabras que se insertan muy bien en la lengua, pues suelen ser palabras latinas, sólo que evolucionadas en otra comunidad romance.
    6. Algunos italianismos, introducidos sobre todo desde el Renacimiento y relacionados sobre todo con el campo de las artes y la literatura, como por ejemplo, novela, piano o esdrújula.
    7. Una serie de galicismos o palabras del francés, lengua que tiene una preeminencia política y cultural grande en los siglos XVIII y XIX y que hasta bien entrado el S. XX fue considerada la lengua internacional de la diplomacia, que son palabras como por ejemplo jefe, garaje, chófer o mermelada. Del francés y el italiano cabe decir lo mismo que de las lenguas peninsulares: sus préstamos son mayoritariamente de origen latino, sólo que evolucionados en otra comunidad romance, por lo que en general se adaptan fácilmente a la lengua.
    8. Una serie de anglicismos o palabras procedentes del inglés, lengua cuya preeminencia internacional se da hoy en día con mucha fuerza. Estos préstamos, si realmente son de palabras de raíz anglogermánica, son de más difícil adaptación y siempre hay dudas en su variación morfológica hasta lograr una adaptación completa. Son palabras como fútbol, cóctel, esnob, etc. Pero a veces el inglés lo que nos reenvía son puros cultismos latinos en nada ajenos, que esa lengua había adquirido del latín a través de otras lenguas romances, como video o informática.
    9. Por último también el español, lengua viva y en contacto general con el mundo, como todas las lenguas, puede tener esporádicamente algunas palabras aisladas tomada en distintos momentos de su historia pasada o presente de muy diversas lenguas, como africanas o asiáticas.
Es importante señalar que desde el Renacimiento el español se regula, se fijan sus normas y su gramática (es notoria la Gramática de Antonio Nebrija, compuesta en 1492, por ser autor pionero en esta labor) y que a principios del S. XVIII se crea la Real Academia Española, organismo fundamental hasta hoy en la ardua labor de recoger las voces, regular los usos y velar por la corrección de la lengua

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